Hay pocos textos
de crítica y teoría de la literatura y la cultura que lo agarren a uno por la
cabeza y lo inviten a uno a un baile fascinante del cual uno no quiere irse
nunca. Son pocos, parafraseemos mal a Vallejo, pero son: abren las mentes de
los más fieros, despiertan las dudas en lo que se creía por sabido, nos
permiten descubrirnos a nosotros y nosotras mismas en el espejo de su texto. A
ratos, incluso, pareciera que uno está leyendo un poema o una novela o algo
más. Ficción adulterada en muchos
momentos es esta invitación y es un viaje de crítica deslumbrante.
La construcción
de la identidad nacional y latinoamericana ha sido desde que hay literatura
latinoamericana –sea cuando sea aquello—uno de los temas centrales no solo en
la discusión de las ciudades letradas y de las no tanto, sino también un campo
de batalla (de las literarias y también de las otras). El caso de la Venezuela
de entresiglo que se nos presenta en estas 223 hace honor a su nombre y
adultera la conciencia de la nación moderna, mostrándonos cómo ciertas novelas
(ya hablaremos de ellas) y algunas publicaciones masivas cuestionan, casi
siempre contra su propia voluntad, el qué y quién soy de la nación: “alejarse
de los proyectos de la nación y sus pactos de sentido”. Adiós alegorías, adiós:
una nueva modernidad latinoamericana irrumpe –así, Ficción adulterada es una contribución preci(o)sa en esa discusión.
Quizá, de hecho, la modernidad latinoamericana sea mejor definida no como
incompleta, inexistente, interrupta, soñadora, católica, sino como adúltera.
Sí, ¿o qué es acaso nuestra modernidad sino un melodrama que quisiéramos ver en
un Kaiserpanorama?
La nación
naufraga en las páginas que se recuperan. Fidelia,
Mimí, El hombre de hierro o la literalmente espectacular Débora son leídas con un bisturí a
contrapelo, con una finura e ironía que les devuelve su frescor a las novelas.
Hay, por cierto, un importante gesto previo a la construcción teórica que se
ejecuta: el mismo corpus de novelas articula una posibilidad de pensar la
nación que nunca pudo ser y lo hacen desde sus historias desopilantes y también
desde el olvido en el cual han caído (un olvido que puede ser relativo en
Venezuela; pero que es, tristemente, casi total en el resto del continente; en
este sentido, las líneas que se largan para dialogar con las literaturas de
otras latitudes y longitudes permiten atisbar la posibilidad de un proyecto
–una novela crítica—más amplia, en el que conversen Cambaceres con Santa y con
Juana Lucero y con Asunción Silva y con el Roto y el inigualable y nunca bien
ponderado Humberto Salvador…).
Ficción adulterada juega y propone un nuevo modo de mirar. En el
siglo XIX emerge, dice Bouzaglo, una “erótica de lo entreabierto” en la que un
observador (y no observadora) casi siempre invisible, está enfatizando la
separación de esferas entre el mundo y el hogar. La indecisión, el no querer
–también presentes en el texto, Débora—nos
cierra y nos abre al mismo tiempo. Nos invita a participar, a ver y nos frena
simultáneamente. Es este gesto, en tanto erótica y teoría, que se despliega en
estas páginas.
Más aún: en la
tercera parte “Adulteraciones visuales y fetichizaciones del entresiglo
venezolano”, se analiza la revista familiar e ilustrada El Cojo Ilustrado (una de las “más significativas del movimiento
modernista en América). Aquí, Bouzaglo realiza un gesto crítico-técnico que,
como el realizado por Di Stefano o Comaneci, puede parecer muy simple, pero que
indica y muestra todo lo contrario: al leer en conjunto los textos y las
ilustraciones que les acompañan, se hace hincapié en los casos (que son muchos)
en los que no hay una coincidencia directa u obvia entre los dos. Normalmente,
esta divergencia y diversión se ha tomado ‘a favor’ de la ilustración (la
calidad de las reproducciones deja algo que desear), diciendo que ellas son las
que irrumpen la lógica hegemónica conservadora. Pero aquí, en estas lecturas
que leen la fragmentación que regala sus grietas a las “fábulas nacionales” que
se han querido construir, se nos muestra cómo en realidad son algunos de los
textos escritos y que en ellos reside la “osadía” de la publicación. Estos
textos que hablan de patologías y fetiches de moda, de ponen a temblar la
“domesticación” del cuerpo de la mujer y del mundo.
Esta novela que
es crítica y al revés de Bouzaglo da cuenta de lo mejor de las posibilidades de
la crítica que es novela y al revés. Hace algunos años, recuerdo haber oído a
la autora presentar sobre una de las novelas que es analizada en estas páginas.
Recuerdo haber quedado intrigado, perdido, deslumbrado; me prometí leer la
novela en cuestión. Nunca lo hice. Y ahora, con un deslumbramiento más intenso
que provocan años de reflexión, son muchas más las novelas por leer.