Tuesday, April 4, 2017

El libro de la semana: Ficción adulterada: Pasiones ilícitas del entresiglo venezolano, de Nathalie Bouzaglo

Hay pocos textos de crítica y teoría de la literatura y la cultura que lo agarren a uno por la cabeza y lo inviten a uno a un baile fascinante del cual uno no quiere irse nunca. Son pocos, parafraseemos mal a Vallejo, pero son: abren las mentes de los más fieros, despiertan las dudas en lo que se creía por sabido, nos permiten descubrirnos a nosotros y nosotras mismas en el espejo de su texto. A ratos, incluso, pareciera que uno está leyendo un poema o una novela o algo más. Ficción adulterada en muchos momentos es esta invitación y es un viaje de crítica deslumbrante.
La construcción de la identidad nacional y latinoamericana ha sido desde que hay literatura latinoamericana –sea cuando sea aquello—uno de los temas centrales no solo en la discusión de las ciudades letradas y de las no tanto, sino también un campo de batalla (de las literarias y también de las otras). El caso de la Venezuela de entresiglo que se nos presenta en estas 223 hace honor a su nombre y adultera la conciencia de la nación moderna, mostrándonos cómo ciertas novelas (ya hablaremos de ellas) y algunas publicaciones masivas cuestionan, casi siempre contra su propia voluntad, el qué y quién soy de la nación: “alejarse de los proyectos de la nación y sus pactos de sentido”. Adiós alegorías, adiós: una nueva modernidad latinoamericana irrumpe –así, Ficción adulterada es una contribución preci(o)sa en esa discusión. Quizá, de hecho, la modernidad latinoamericana sea mejor definida no como incompleta, inexistente, interrupta, soñadora, católica, sino como adúltera. Sí, ¿o qué es acaso nuestra modernidad sino un melodrama que quisiéramos ver en un Kaiserpanorama?    




La nación naufraga en las páginas que se recuperan. Fidelia, Mimí, El hombre de hierro o la literalmente espectacular Débora son leídas con un bisturí a contrapelo, con una finura e ironía que les devuelve su frescor a las novelas. Hay, por cierto, un importante gesto previo a la construcción teórica que se ejecuta: el mismo corpus de novelas articula una posibilidad de pensar la nación que nunca pudo ser y lo hacen desde sus historias desopilantes y también desde el olvido en el cual han caído (un olvido que puede ser relativo en Venezuela; pero que es, tristemente, casi total en el resto del continente; en este sentido, las líneas que se largan para dialogar con las literaturas de otras latitudes y longitudes permiten atisbar la posibilidad de un proyecto –una novela crítica—más amplia, en el que conversen Cambaceres con Santa y con Juana Lucero y con Asunción Silva y con el Roto y el inigualable y nunca bien ponderado Humberto Salvador…).  



Ficción adulterada juega y propone un nuevo modo de mirar. En el siglo XIX emerge, dice Bouzaglo, una “erótica de lo entreabierto” en la que un observador (y no observadora) casi siempre invisible, está enfatizando la separación de esferas entre el mundo y el hogar. La indecisión, el no querer –también presentes en el texto, Débora—nos cierra y nos abre al mismo tiempo. Nos invita a participar, a ver y nos frena simultáneamente. Es este gesto, en tanto erótica y teoría, que se despliega en estas páginas.
Más aún: en la tercera parte “Adulteraciones visuales y fetichizaciones del entresiglo venezolano”, se analiza la revista familiar e ilustrada El Cojo Ilustrado (una de las “más significativas del movimiento modernista en América). Aquí, Bouzaglo realiza un gesto crítico-técnico que, como el realizado por Di Stefano o Comaneci, puede parecer muy simple, pero que indica y muestra todo lo contrario: al leer en conjunto los textos y las ilustraciones que les acompañan, se hace hincapié en los casos (que son muchos) en los que no hay una coincidencia directa u obvia entre los dos. Normalmente, esta divergencia y diversión se ha tomado ‘a favor’ de la ilustración (la calidad de las reproducciones deja algo que desear), diciendo que ellas son las que irrumpen la lógica hegemónica conservadora. Pero aquí, en estas lecturas que leen la fragmentación que regala sus grietas a las “fábulas nacionales” que se han querido construir, se nos muestra cómo en realidad son algunos de los textos escritos y que en ellos reside la “osadía” de la publicación. Estos textos que hablan de patologías y fetiches de moda, de ponen a temblar la “domesticación” del cuerpo de la mujer y del mundo.



Esta novela que es crítica y al revés de Bouzaglo da cuenta de lo mejor de las posibilidades de la crítica que es novela y al revés. Hace algunos años, recuerdo haber oído a la autora presentar sobre una de las novelas que es analizada en estas páginas. Recuerdo haber quedado intrigado, perdido, deslumbrado; me prometí leer la novela en cuestión. Nunca lo hice. Y ahora, con un deslumbramiento más intenso que provocan años de reflexión, son muchas más las novelas por leer.