Monday, July 22, 2013

El libro de la semana. Fallas de origen, de Daniel Krauze

La frescura, la sensación de estar leyendo algo diferente, no es algo con lo cual uno se encuentre cada día. Menos aún que esa sensación se sostenga a través del tiempo, aunque sea parcialmente. Por ejemplo, cuando volvemos a De perfil, ese texto entre ingenuo e irónico de José Agustín, nos damos cuenta que hay una potencia de la vieja novedad dando vueltas entre sus palabras. La música, los deseos, el recorrido por la ciudad, la vida universitaria, todo se despliega con un carácter directo engañoso. Hay algo por detrás: un sentido no oculto ni velado, pero sí uno que divierte nuestra lectura, la lleva necesariamente a otros lado. Además, De perfil nos habla del mundo que habitamos que está "detrás de la gran piedra y del pasto".
Y quizá sea en esa ausencia, la del mundo que habitamos y el mostrarnos ese mundo como nuestro y nuevo --en su sentido político y social-- donde radique la gran falla de origen de la novela de Daniel Krauze, ganadora del Premio Letras Nuevas de Novela. Admitamos, la novela se lee rápido; entretiene. Hay giros en la historia --el intento de Matías por readaptarse a su vida de adolescente tardío y privilegiado en la Ciudad de México, de vuelta de la ciudad de, obviamente, Nueva York-- que nos hacen sonreír, inesperados. Matías vive una espiral de sexo y drogas que en el fondo no son más que un intento por recuperar la relación con su padre muerto (quizás en esa relación esté la metáfora más política de la novela: la relación de Matías con su padre como la imposibilidad de rearmar el futuro más allá de sí mismo). Mujeres, un poco de mota, algo de marihuana, algo más de coca y pastillas y la final anagnórisis en flash back, que quiere ser la posibilidad del cambio y del futuro. Sí, el ritmo está bien; la presencia de lugares, de crítica social evidente, la referencia a un presente que, por cierto, ya ha dejado de serlo, puede volver a hacernos sonreír. Pero aquí no hay frescura. Incluso el exceso --un choque en un coche deportivo por el Periférico, el comportamiento poco elegante en una boda, una buena broma al publicar un artículo social que dice la verdad-- no nos lleva más allá de esa sonrisa. Hay ganas, pero falta; falta inocencia y falta ironía, sarcasmo e ingenuidad.
Hace casi veinticinco años Alberto Fuguet escribió Mala onda, una de las novelas claves del periodo neoliberal latinoamericano. Como sabemos, la novela Fuguet fue recibida con espanto por la crítica establecida chilena. Sexo, drogas, malas palabras, una clase media-alta inane, sin nada que hacer más que entretenerse o creer que así se hace. Ciertamente, Mala onda tiene mucho menos sexo, menos droga, menos exceso que Fallas de origen (pero no esconde el mundo que habitamos detrás de nuestro jardín), pero impacta mucho más: rompe, fue (y sigue siendo) mucho más nueva. Quizás no sea una casualidad que el protagonista de la novela chilena también se llame Matías, que también se sueñe con Estados Unidos (en el primer film de Fuguet, el protagonista regresa también de Nueva York e intenta rehacer su vida en Santiago; al igual que le sucede a Matías a su vuelta al DF, sus amigos ya no son lo que han sido, sus novias ya son otras y debe forzadamente hallar su propio camino)  y que, surprise surprise, la relación clave sea con el padre de Matías, el que ha muerto en la novela de Krauze y que está como muerto en tanto padre en la de Fuguet. Los finales, ambos, son de salvación momentánea, en las dos novelas se debe subir un cerro o una montaña para lograr ese descubrimiento. En fin, el Matías chilango parece una versión literalmente más vieja y más cansada del chileno (bueno, Matías santiaguino tenía diecisiete años, mientras que el nuestro se acerca peligrosamente a los treinta).
Al final nos queda una nostalgia de un tiempo pasado que nunca fue. Las cenizas del volcán quieren apuntar hacia una resurrección --el que se levanta de los muertos, llamado por el padre--, pero Fallas de origen no logra levantarse a esa altura; es una risa suave, un recorrido que se lee en la playa, una novela que llega, nos entretiene y cuyo perfil se nos olvida antes de beber la próxima copa.



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