Sunday, November 17, 2013

El libro de la semana: Leer la mente, de Jorge Volpi


Somos, qué duda cabe, lo que leemos y lo que escribimos. Pero, ¿hasta qué punto? O más bien al revés? ¿dónde se sitúa ese esquivo ser que misteriosamente cientos mentes han intentado apresar, asir, a lo largo de centurias? No hay, por cierto, respuestas definitivas ni terminantes. Saber qué pasa cuando escribimos (o cuando vivimos), cómo una experiencia se transforma en ficción y cómo la ficción es, no en el fondo sino totalmente, lo que nos hace lo que somos, esto es, humanos, es algo que queda a pesar de los pesares fuera del alcance definitivo de compresión. Sí. Pues a pesar de que Volpi entretiene y eleganta y nos deleita con su explicación que va desde las conexiones neuronales al secreto de las máquinas de computación, lo que queda de resabio en nuestro paladar es que no podemos al final saber.

 Que si hay alguna razón por la cual ficcionar es la pervivencia y ella no tiene explicación.
Está bien: hay razones y determinantes biológicos y gene-biológicos. Pero el asunto es que no hay causalidad necesaria. He aquí uno de los puntos más discutibles de este texto-trayectoria humana: pareciera a ratos que estamos condenados, desde el primer homo sapiens, al arte y la literatura y la ficción, y que esa condena nos humaniza. Tengo mis dudas al respecto. No creo que haya condena ni necesidad; lo que Volpi pierde (y donde se pierde) es en la libertad que es radical para toda creación humana. La ciencia “comprueba” intuiciones semióticas (26); de acuerdo, pero no será acaso alvesre y que la semiótica (o la literatura) sean la prueba que las ciencias ‘duras’ a veces no se equivocan (quizá tenga algo que ver con su creo político liberal de derechas, que no puede evitar se le escape cada ciertas páginas; pero no nos corresponde hablar aquí de aquello. No todo es biología también hay biopolítica).

Leer la mente es, antes que nada, un texto educativo. Aprendemos y mucho, sobretodo aquellos más cercanos a lo que todavía se denominan las humanidades.  Nos adentramos en un mundo fascinante. Qué es la realidad. Cómo inventamos la realidad. Quizá el concepto de Josefina Ludmer realidadficción, asítodojunto, viene a buena cuenta aquí. Y no solo se trata que ahora-hoy no hay diferencia entre la una y la otra, sino que, y esa es la tesis más divertida (que divierte, que nos larga a otros caminos) de Volpi, siempre ha sido así, o casi siempre. Hay un momento en que se produce ese quiebre, esa radical revolución. Ese es el momento que solo el silencio más profundo puede explicar. La ficción, como sabemos, se ubica fuera de la diada verdad-mentira. Sin entrar en literaturidades podemos ver cómo en una novela de fantasía hay cosas que sí pueden suceder y otras que son imposibles. Como en la vida o en lo que llamamos tal: la realidadficción es siempre una esperanza y una espera; es una temporalidad y una espacialidad particular que nos obliga a pensar y pensarnos en y con (y contra) nuestra propia historia.
Dejemos de lado el hecho que si Volpi ha leído a Vicente Huidobro, ciertamente no sigue sus consejos respecto al uso del adjetivo (aunque hay algo que decir en ese tono grandilocuente, a ratos pretencioso, en el uso del vocativo para dirigirse a la lectora; ¿querrá ser divertido?). A fin de cuentas el yo no es más que una invención del cerebro, se nos dice, así que el mismo Volpi no es otra cosa que un invento de él o un invento mío o un invento tuyo… Los dibujos llegan al rescate. Unos dibujos que inevitablemente me recordaron los de esa joya que es El pequeño príncipe. Imaginé a la serpiente comiéndose al elefante o al principito arrancando baobabs: no hay nada más real que esas memorias, qué digo, que esa realidad absoluta.


Así, lo más hermoso que sucede con las páginas de Volpi es que nos invita a recordar nuestras propias realidades. A recorrer nuestras realidades y nuestras ficciones y así nos invita a buscarnos y a seguir en la pesquisa por el escurridizo yo que todos tenemos en algún lado. Es una pregunta por el ser de cada uno de nosotros, que cuando leemos o escribimos o simplemente imaginamos, estamos alcanzando una plenitud insospechada (una de la cual ni siquiera nos damos cuenta). Sí, todos al final somos creadores (92). Todos somos tiempo, pasado y presente que se arriesgan queriendo apresar un inefable futuro.
Entonces, sabemos entre lecturas más o menos elegantes, entre disquisiciones hermosas algunas, redundantes otras, que es la ficción la que crea realidad (101) y qué mejor que de muestra un botón. El último capítulo es una entrevista de ficción (nunca mejor usado el término) que Volpi, o sea el narrador que es un yo que no es Volpi pero que puede pasar por él, se hace a sí mismo y que versa de la creación de la novela que lo lanzó al estrellato (no al mismo que al principito). ¿Cómo se originó, cómo se escribió En busca de Klingsor? Es un notable intento de autocrítica y de distanciamiento de un autor vis-a-vis su obra. También, e imagino que Volpi lo sabe- es un gesto de inevitable egocentrismo (pero se diría que no hay ego, por lo tanto…). Pero, por ahora, se lo perdonamos, porque resulta interesante y más que por lo que dice por lo que no dice. Por decirnos sin decir que escribir (y leer) no es solo una lucha contra la soledad sino el único antídoto que tenemos contra la muerte.  



1 comment:

  1. Me gusta eso de que lo más hermoso es cómo nos invita el texto de Volpi. También depende del momento en que lo leemos, claro. Por ahí que toma ese tonito científico por pedantería y por insarterse en discusiones dizque científicas, me lo imagino tras una conferencia rodeado de serios filólogos volviendo aburrido al hotel tras oír eso de los sistemas semióticos secundarios y la realidad extraliteraria fáctica. Por eso pensaría quizás en usar la neurobiología -y hacer el resumen de otros libros más complejos que habrá leído en viajes transoceánicos, creo yo- como si con el resto de lo que dice no pudiera ya ser bastante, pero necesitaría pruebas irrefutables, pensaría acaso en medio del insomnio. Lo que me extraña es que siendo tan conocedor de los bio-genes hable de la empatía sin saber nada de la teoría de la mente diciendo barbaridades como que el contacto virtual sea "nuestro escape del autismo o la demencia". En fin.
    Pero tu comentario es doblemente hermoso y fascinante, da para una buena conversación... (y lindas las fotos)

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