Somos, qué duda cabe, lo que leemos y lo que escribimos. Pero, ¿hasta qué punto? O más bien
al revés? ¿dónde se sitúa ese esquivo ser que misteriosamente cientos mentes han intentado apresar, asir, a lo
largo de centurias? No hay, por cierto, respuestas definitivas ni terminantes.
Saber qué pasa cuando escribimos (o cuando vivimos), cómo una experiencia se
transforma en ficción y cómo la ficción es, no en el fondo sino totalmente, lo
que nos hace lo que somos, esto es, humanos, es algo que queda a pesar de los
pesares fuera del alcance definitivo de compresión. Sí. Pues a pesar de que
Volpi entretiene y eleganta y nos
deleita con su explicación que va desde las conexiones neuronales al secreto de
las máquinas de computación, lo que queda de resabio en nuestro paladar es que
no podemos al final saber.
Que si hay alguna razón por la cual ficcionar es la pervivencia y ella no
tiene explicación.
Está
bien: hay razones y determinantes biológicos y gene-biológicos. Pero el asunto
es que no hay causalidad necesaria. He aquí uno de los puntos más discutibles
de este texto-trayectoria humana: pareciera a ratos que estamos condenados,
desde el primer homo sapiens, al arte y la literatura y la ficción, y que esa
condena nos humaniza. Tengo mis dudas al respecto. No creo que haya condena ni
necesidad; lo que Volpi pierde (y donde se pierde) es en la libertad que es
radical para toda creación humana. La ciencia “comprueba” intuiciones semióticas
(26); de acuerdo, pero no será acaso alvesre
y que la semiótica (o la literatura) sean la prueba que las ciencias ‘duras’ a
veces no se equivocan (quizá tenga algo que ver con su creo político liberal de
derechas, que no puede evitar se le escape cada ciertas páginas; pero no nos
corresponde hablar aquí de aquello. No todo es biología también hay
biopolítica).
Leer la mente es, antes que nada, un texto educativo.
Aprendemos y mucho, sobretodo aquellos más cercanos a lo que todavía se
denominan las humanidades. Nos
adentramos en un mundo fascinante. Qué es la realidad. Cómo inventamos la
realidad. Quizá el concepto de Josefina Ludmer realidadficción, asítodojunto, viene a buena cuenta aquí. Y no solo
se trata que ahora-hoy no hay diferencia entre la una y la otra, sino que, y
esa es la tesis más divertida (que divierte, que nos larga a otros caminos) de
Volpi, siempre ha sido así, o casi siempre. Hay un momento en que se produce
ese quiebre, esa radical revolución. Ese es el momento que solo el silencio más
profundo puede explicar. La ficción, como sabemos, se ubica fuera de la diada
verdad-mentira. Sin entrar en literaturidades podemos ver cómo en una novela de
fantasía hay cosas que sí pueden suceder y otras que son imposibles. Como en la
vida o en lo que llamamos tal: la realidadficción es siempre una esperanza y
una espera; es una temporalidad y una espacialidad particular que nos obliga a
pensar y pensarnos en y con (y contra) nuestra propia historia.
Dejemos
de lado el hecho que si Volpi ha leído a Vicente Huidobro, ciertamente no sigue
sus consejos respecto al uso del adjetivo (aunque hay algo que decir en ese
tono grandilocuente, a ratos pretencioso, en el uso del vocativo para dirigirse
a la lectora; ¿querrá ser divertido?). A fin de cuentas el yo no es más que una
invención del cerebro, se nos dice, así que el mismo Volpi no es otra cosa que
un invento de él o un invento mío o un invento tuyo… Los dibujos llegan al
rescate. Unos dibujos que inevitablemente me recordaron los de esa joya que es El pequeño príncipe. Imaginé a la
serpiente comiéndose al elefante o al principito arrancando baobabs: no hay
nada más real que esas memorias, qué digo, que esa realidad absoluta.
Así, lo
más hermoso que sucede con las páginas de Volpi es que nos invita a recordar
nuestras propias realidades. A recorrer nuestras realidades y nuestras
ficciones y así nos invita a buscarnos y a seguir en la pesquisa por el
escurridizo yo que todos tenemos en algún lado. Es una pregunta por el ser de
cada uno de nosotros, que cuando leemos o escribimos o simplemente imaginamos,
estamos alcanzando una plenitud insospechada (una de la cual ni siquiera nos
damos cuenta). Sí, todos al final somos creadores (92). Todos somos tiempo,
pasado y presente que se arriesgan queriendo apresar un inefable futuro.
Entonces,
sabemos entre lecturas más o menos elegantes, entre disquisiciones hermosas
algunas, redundantes otras, que es la ficción la que crea realidad (101) y qué
mejor que de muestra un botón. El último capítulo es una entrevista de ficción
(nunca mejor usado el término) que Volpi, o sea el narrador que es un yo que no
es Volpi pero que puede pasar por él, se hace a sí mismo y que versa de la
creación de la novela que lo lanzó al estrellato (no al mismo que al
principito). ¿Cómo se originó, cómo se escribió En busca de Klingsor? Es un notable intento de autocrítica y de
distanciamiento de un autor vis-a-vis su obra. También, e imagino que Volpi lo
sabe- es un gesto de inevitable egocentrismo (pero se diría que no hay ego, por
lo tanto…). Pero, por ahora, se lo perdonamos, porque resulta interesante y más
que por lo que dice por lo que no dice. Por decirnos sin decir que escribir (y
leer) no es solo una lucha contra la soledad sino el único antídoto que tenemos
contra la muerte.
Me gusta eso de que lo más hermoso es cómo nos invita el texto de Volpi. También depende del momento en que lo leemos, claro. Por ahí que toma ese tonito científico por pedantería y por insarterse en discusiones dizque científicas, me lo imagino tras una conferencia rodeado de serios filólogos volviendo aburrido al hotel tras oír eso de los sistemas semióticos secundarios y la realidad extraliteraria fáctica. Por eso pensaría quizás en usar la neurobiología -y hacer el resumen de otros libros más complejos que habrá leído en viajes transoceánicos, creo yo- como si con el resto de lo que dice no pudiera ya ser bastante, pero necesitaría pruebas irrefutables, pensaría acaso en medio del insomnio. Lo que me extraña es que siendo tan conocedor de los bio-genes hable de la empatía sin saber nada de la teoría de la mente diciendo barbaridades como que el contacto virtual sea "nuestro escape del autismo o la demencia". En fin.
ReplyDeletePero tu comentario es doblemente hermoso y fascinante, da para una buena conversación... (y lindas las fotos)