Wednesday, November 12, 2014

El libro de la semana (con bastante tardanza): Managua Salsa City: Devórame otra vez!, de Franz Galich




Me regalaron esta breve novela de Franz Galich mi última noche en Managua (una noche que podría haber sido más larga, pero esta es una crónica literaria). Las noches en Managua son una caricia y un peligro: el calor desciende un par de peldaños –como un rey que se acerca a sus súbditos—y el aire se llena de olores y sudores acarreados por una brisa que a ratos hasta llega a ser hermosa.
A la mañana siguiente, mientras esperaba el avión a Panamá, comencé a leer Managua Salsa City ¡Devórame otra vez! Cuando aterricé en Ciudad de Panamá la había terminado. Mejor dicho: devorado. Con una sensación de vértigo, dolor y de nostálgica belleza. La noche que se les regala a Pancho Rana y la Guajira, héroes involuntarios de este baile de vida-muerte, es un sueño y un delirio tan real como el calor que se cierne desde la primera página y que alcanza descripciones de un barroco lirismo cuando los dos se encuentran más allá (y más acá) de sus pieles; acción que se narra con un humor y un ritmo endemoniado, sin concesiones ni pausas (recordé al gran Lezama, recordé La guaracha del Macho Camacho, recordé un poema de Góngora, un beso que se extiende en la memoria; y volví a sentir como a veces la escritura es la única salvación, por momentánea que sea, contra el final inevitable).



Los diálogos llevan la historia y el punto de vista va cambiando del Pancho a la Guajira y luego a los cómplices de ellas y a dos cacos innominados, creándose una red de voces, un baile colectivo, una explosión de sentidos trágica: todos creen conocer la realidad, todos sueñan con un futuro mejor, todos se siente capaces de timar al otro y al futuro; mas como sabemos de esperanzas perdidas esta construida nuestra realidad y todo –tanto lo sólido como los sueños—se desvanecen en el aire de esta Managua impecable e implacable, que al final es la única vencedora.



El gran y mejor baile de la novela es su lenguaje; su viveza y constante distorsión y reinvención. Las palabras se acumulan como la transpiración y el deseo de los cuerpos. El deseo crece, es como si la noche yo no cupiera más en sí misma. El lenguaje es como el amor a punto de consumarse y consumirse. El amor que recorre los cuerpos y la novela y la ciudad. Porque en parte Managua Salsa City es una novela de amor (OK, en clave irónica, paródica, pero no por ella menos real). Un amor entre una prostituta que busca clientes ricos para que sus secuaces les roben, y un cuidador de una casa de ricos que aprovecha la noche que sus patrones no se hallan en la ciudad para hacerse pasar por ellos. (Todos simulan ser otra cosa, porque todos quieren ser otro—lo hermoso y lo terrible es que al final esos deseos se conceden).
En situaciones límites (que como siempre lo son el amor y la muerte), los personajes cruzan el umbral de la realidad y en sus mentes se mezclan los sueños del futuro y los fantasmas del pasado. Y así con estos momentos oníricos, junto con referencias salpicadas a lo largo de los diálogos, ingresamos a otro plano de la novela que nos devuelve brutalmente a la historia de Nicaragua: la guerra de los años ochenta, la división del país que aún se siente que aún se marca, y más atrás al gobierno de los Somoza por supuesto. Pero quizá lo más radical de la política de Managua Salsa City es lo que sin decir dice a los cuatro vientos (porque en Managua las direcciones se dan siguiendo a la rosa náutica): que la revolución no fue lo que iba a ser, que la revolución comenzó a bailar con el ritmo equivocado, que al final las cosas no han cambiado tanto, algo, pero no mucho y lejos de lo necesario, que lo único que les queda a estos hombres y mujeres es buscarse la vida por su cuenta, inventarse sus sueños y hacer cualquier cosa para al final no lograrles. ¿Revolución traicionada? ¿Revolución reinventada? Quizá. Quizá no. Al final vuelve el día con su ardor que no perdona, pero en ese reinicio tal vez hallemos, algún día, el modo de acabar con la circularidad que Dios y el Diablo se han esmerado tanto en construir.



Quedamos, así, con una sensación agridulce en la boca mientras nuestro cuerpo y nuestro corazón siguen la velocidad y el ritmo después de acabada la lectura. Queda el sudor en nuestro pecho, el brillo del deseo en nuestros ojos, la búsqueda en nuestros labios; queda el sueño de poder bailar al ritmo de esta ciudad y de su noche en otro tiempo y tomarte de la mano y besarte una y otra vez (una y otra vez). 

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